Actividad de Desarrollo
Ciencia, sentido común y charlatanería.
Introducción:
Es difícil encontrar en la literatura escritos en los cuales se haga una comparación entre estos tres tipos de conocimiento, de tal suerte que se hace necesario emprender una integración coherente en la cual se resalten sus virtudes y sus defectos, de tal manera que sirvan al propósito de apoyar el tema incluido en el programa académico de la materia de Psicología.
Es bien sabido que en una sociedad como la nuestra, donde coexisten varias culturas, algunas de ellas milenarias, el saber aparece como un mosaico colorido y muy variado, tanto por sus orígenes como por su metodología, porque justo es decirlo, no únicamente corresponde a la ciencia el poseer un método, sino a toda forma humana de obtener respuestas sobre la naturaleza y la sociedad.
En México se da un sincretismo muy particular que hace aparecer a nuestra sociedad con características muy sui generis, que muchos estudiosos como Breton calificaron de surrealismo. El haber tenido una historia de choque cultural entre españoles e indígenas que se prolongó durante casi trescientos años de colonialismo, terminó por moldear una cultura completamente nueva, con tradiciones compartidas, ritos yuxtapuestos y sobrepuestos que hasta la actualidad persisten, hacen de la idiosincrasia del pueblo mexicano un fenómeno tal vez único en todo el mundo. En nuestro país no existe una tradición de lectura, en parte porque en lo económico como en lo político no se ha dado la suficiente importancia a este hecho capital en la superación del atraso de nuestro pueblo, en parte también porque así conviene a los intereses de los grandes capitales trasnacionales para contar con mano de obra barata y poco calificada que haga atractivas las inversiones de capital en nuestro país. Otro factor destacable es el de la cultura del mínimo esfuerzo, en donde no se fomenta el acercamiento a la ciencia debido a que siempre se nos presenta como algo oscuro e incomprensible, pero a la vez se inocula en el imaginario colectivo la imagen de la ciencia como el nuevo Dios al que hay que rendirle culto por su infalibilidad y omnipotencia. Es de destacar que la ciencia ideal no existe, es decir, aquella imagen idílica en la cual la ciencia es neutral nunca ha estado más lejos de la realidad que ahora, ya que es un fenómeno de simple observación que está disciplina humana no ha contribuido en mucho a mejorar las condiciones de vida de las mayorías y que todavía no nos ha asegurado nuestra supervivencia futura como especie. Antes al contrario, debido a que encuentra inextricable e inexorablemente vinculada a los grandes poderes económicos y políticos del mundo, ha servido para sostener el statu quo.
En el presente artículo tratamos de dar a la ciencia su verdadero status en el mundo del conocimiento, confrontándola con el sentido común y con la charlatanería, que aunque presentan diferencias de fondo en las intenciones que las motivan, en los métodos que emplean y en las aplicaciones, en realidad sirven a un propósito muy semejante: llenar vacíos de conocimiento en la explicación del cosmos que necesita hacer el ser humano.
No obstante, el sentido común es posesión universal humana debido a que se funda en la experiencia cotidiana y la charlatanería brinda explicaciones fundadas en sofismas que la hacen aparecer como una ciencia, y por lo tanto campean enseñoreándose como sistemas de explicación del mundo y resolviendo (más bien intentando resolver) problemas de la vida diaria.
Uno de los objetivos del programa de la materia de Psicología es el de dotar al estudiante de elementos que le hagan discernir entre estos tres tipos de conocimiento y observar las ventajas del saber científico sobre los otros dos tipos de conocimiento.
Características del saber científico:
El saber científico puede ser considerado desde muy diversas posturas filosóficas y sus clasificaciones responden a muchos factores, tanto internos como externos a cada disciplina, no obstante, para nuestro medio Latinoamericano, es recomendable seguir con la clasificación de las ciencias que nos ofrece Mario Bunge en uno de sus libros clásicos.
Las ciencias se pueden dividir en fácticas y formales, es decir, en las que tratan con hechos reales y las que tratan con objetos formales o abstractos. En el primer grupo podemos citar a la física, la química, la biología, la fisiología, la Psicología y otras disciplinas científicas que trabajan con objetos y fenómenos tangibles; en el segundo caso podemos incluir a la matemática y a la lógica.
En considerando sus cualidades, las ciencias tienen ciertos rasgos que las hacen diferentes como sistema de conocimiento a otros sistemas. Mario Bunge nos ofrece una serie de 15 características que son a la vez cualidades de esta forma de saber:
1. El conocimiento científico es fáctico.
2. El conocimiento científico trasciende los hechos.
3. La ciencia es analítica.
4. La investigación científica es especializada.
5. El conocimiento científico es claro y preciso.
6. El conocimiento científico es comunicable.
7. El conocimiento científico es verificable.
8. La investigación científica es metódica.
9. El conocimiento científico es sistemático.
10. El conocimiento científico es general.
11. El conocimiento científico es legal.
12. La ciencia es explicativa.
13. El conocimiento científico es predictivo.
14. La ciencia es abierta.
15. La ciencia es útil.
A simple vista, con los aspectos ya mencionados, la ciencia se podría diferenciar muy claramente de los otros tipos de conocimiento, no obstante, el saber derivado del sentido común y de la charlatanería comparte muchas de esas características. Pero otras no.
Con un afán de agregar más claridad, es conveniente hacer una explicación sencilla de cada característica de la ciencia con el fin de compararlas con los otros saberes en su momento.
Mario Bunge nos explica cada una de ellas de manera igualmente sencilla y contundente a la vez, de tal manera que no deja lugar a dudas ni confusiones en cuanto a la singularidad del conocimiento científico.
El conocimiento científico es fáctico porque parte de los hechos, los respeta hasta cierto punto, y siempre vuelve a ellos. Los describe tal como son, independientemente de su valor emocional y comercial. En este punto se puede decir que tanto el sentido común como la charlatanería realizan más o menos la misma tarea, sin embargo, en el punto en el que el conocimiento científico trasciende los hechos, tanto el sentido común como la charlatanería no llegan, ya que sus procedimientos se quedan con las apariencias y en la superficie de los fenómenos, sin llegar a explicarlos, cuando mucho llegan a describirlos, pero nunca establecen correlaciones entre más fenómenos y hechos y se atienen a datos aislados que sientan como correctos.
Cuando decimos con Bunge que la ciencia es analítica, estamos aclarando que la investigación científica aborda hechos circunscriptos, uno a uno y trata de descomponerlos en sus partes. Los problemas de la ciencia son parciales y por lo tanto también sus soluciones, a diferencia de los otros saberes, que intentan dar respuesta a cuestiones generales, con soluciones generales y sin valor analítico, ya que no dan explicaciones sobre las interconexiones de la integración de fenómenos generales, debido a que no han hecho un trabajo de análisis previo. Como consecuencia del trabajo analítico de la ciencia, se crean saberes especializados, con técnicas múltiples de acuerdo a cada disciplina, no obstante, también se generan campos de interdisciplina con el afán de no borrar la unidad del método científico.
Cuando hablamos de precisión en la ciencia, decimos que sus problemas son distintos, sus resultados son claros. Donde el saber del sentido común brinda explicaciones vagas e inexactas (no puede ser de otra manera, a riesgo de no poder marchar por la vida cotidiana de manera exitosa), la ciencia da mediciones exactas y definiciones afinadas. La ciencia torna preciso lo que el sentido común conoce de manera nebulosa y poco diáfana.
Una diferencia notable entre la ciencia y la charlatanería, se establece en el numeral 6 de sus características, ya que a menudo nos encontramos con que los conocimientos de los charlatanes, y sus formas de adquirirlos, caen en el ámbito de lo esotérico, de la iniciación oscura y vetada para los profanos. En cambio en el conocimiento científico, encontramos una cualidad que lo fortalece, es decir, en la medida que la ciencia pueda comunicar sus hallazgos a un mayor número de personas (a todas aquellas que deseen adiestrarse para entenderla), su naturaleza se hace más sólida.
Otra diferencia notable entre la ciencia y el sentido común y la charlatanería, lo constituye la naturaleza verificable de los hechos descubiertos por la ciencia. No necesariamente nos referimos a que deben pasar por las pruebas experimentales como se hace en la física, pero sí deben superar las pruebas de la experiencia, de ahí que se clasifique a ciertas ciencias como fácticas. En cambio, el sentido común, pero sobre todo la charlatanería, no tienen el menor interés en someter sus enunciados o hipótesis a estas condiciones.
La investigación científica planea para tratar de no cometer errores, por lo que se revela como metódica. En este sentido, es dudoso que el saber del sentido común, y más aún la charlatanería, lleven siquiera a cabo investigaciones, cuanto y más resulta oneroso exigirles metodología. Antes al contrario, sin comprobación alguna, presentan métodos infalibles para alcanzar resultados, al contrario de la ciencia, que modestamente se erige como una disciplina de la actividad humana falible y siempre perfectible. La ciencia es sistemática porque no elabora teorías inconexas y no acumula conocimientos inextricables y oscuros. Al contrario. Siempre tiene el afán de ordenar en sistemas claros, lógicos, conexos y cada vez más sencillos los conocimientos que se han adquirido a lo largo del tiempo.
La ciencia trata de elaborar conocimientos generales, sin descuidar los hechos singulares. Los hechos aislados son los que a la ciencia le resultan deleznables, caso contrario al sentido común y a la charlatanería, que pueden fundar toda una serie de hipótesis y teorías en hechos insignificantes y aislados, carentes de valor general. Por lo tanto, el conocimiento científico es legal, ya que busca leyes tanto de la naturaleza y de la cultura y las aplica. Inserta los hechos singulares en pautas generales llamadas leyes naturales o leyes sociales. Pero los enunciados de las leyes son transitorios en la ciencia, no así en el conocimiento del sentido común y menos en la charlatanería, donde los conocimientos se transforman en leyes inmutables.
La ciencia pretende dar explicaciones de los hechos y de los fenómenos, no solamente brindar descripciones de los mismos. Las leyes de la ciencia no son inmutables, pero nunca se desechan totalmente. Con Bunge podemos hacer la alegoría de Penélope, la cual tejía a diario una prenda y la destejía para volver a tejerla al día siguiente. En la ciencia no sucede lo mismo, ya que siempre se usa el tejido de leyes del día anterior para hacer una mejor prenda el día siguiente. Aunque el sentido común y la charlatanería también pretenden dar a sus sistemas el status de predictivos, en la ciencia está cualidad tiene diferencias significativas, ya que la predicción científica se funda en leyes y sobre informaciones específicas fidedignas relativas al estado actual o pasado de las cosas.
La ciencia es abierta por cuanto siempre está recibiendo nuevas aportaciones, no pone barreras a priori que la hagan sectaria y cerrada, al contrario de los otros tipos de saber, que normalmente se presentan como sistemas de conocimiento acabados y cerrados. Por lo anterior, la ciencia también se distingue por su utilidad, ya que no siempre usa los resultados de forma inmediata, como con el conocimiento ordinario, antes al contrario, debido a que posee criterios muy altos de objetividad, la utilidad de la ciencia la hace verdaderamente eficaz.
Con todo lo anteriormente expuesto, aparentemente ya tenemos muy claro cuál es la diferencia entre los tres tipos de saber, el científico, el del sentido común y de la charlatanería, sin embargo, es menester hacer un análisis más fino de los dos últimos tipos de conocimiento con el afán de desentrañar sus naturalezas.
El sentido común puede ser el paso previo al conocimiento científico si este último logra hacer del primero un sistema ordenado, sistemático, metódico y verificable, que le permita trascender las apariencias y superficialidades de los fenómenos sociales y naturales. Así es como ha nacido y crecido gran parte de la ciencia. El ser humano tiene necesidad de explicar todo cuanto le acontece y pasa a su alrededor, y así es siempre. Todas las culturas, todas las sociedades y todos los seres humanos particulares difícilmente presentan huecos explicativos para todo lo que sucede en la realidad. Siempre se tiene respuestas para todos los fenómenos y para todos los hechos, sólo que las cualidades de las respuestas varían de acuerdo al tipo de sistema que se ha usado para encontrarlas. Aquí es tal vez donde hallamos una de las desventajas que la ciencia enfrenta con respecto a los saberes del sentido común y de la charlatanería, ya que estos últimos ofrecen “explicaciones” rápidas y fascinantes, que seducen por su sencillez y por su simplicidad. La ciencia en cambio, ofrece alcanzar el conocimiento verdadero en un devenir histórico, donde participan muchas generaciones de científicos que casi nunca alcanzan a ver individualmente muchas de sus hazañas terminadas.
Díaz-Loving y Díaz-Guerrero nos ofrecen varios tipos de conocimiento basados en la charlatanería que por mucho tiempo fueron tomados como saber verdadero, y sobre los cuales se construyeron edificios teóricos muy sofisticados. El tipo de metodología que emplean, si se le puede llamar así, consiste en el pensamiento analógico, esto es, en comparar ciertos hechos aislados con otros más generales y sacar conclusiones aparentemente válidas. Así por ejemplo, refiriéndose a la fisiognomonía, los autores nos refieren el caso de los gatos y de las personas: “Juan se parece a un gato; los gatos son huraños (premisa); Juan es huraño (conclusión)” “Está lógica conduce frecuentemente a conclusiones falsas a partir de premisas falsas”
A partir de observaciones bien intencionadas pero carentes de todo rigor científico, se constituyeron teorías bien refinadas como la frenología, que intentaba dar a la personalidad un basamento concreto en las prominencias del cráneo de las personas. “Al parecer, los principios fundamentales de la frenología se enunciaron en los siguientes términos: 1. Distintas partes del cerebro se relacionan con diferentes facultades y características. 2. Cuando una facultad o característica está muy desarrollada, la parte del cerebro en la que reside se encuentra también muy desarrollada. 3. Las partes del cerebro más desarrolladas empujan al cráneo y le confieren la forma que adopta en cada persona. Para determinar el carácter, la personalidad y las cualidades del individuo, sólo tenemos que estudiar el cráneo en busca de prominencias. 5. Así, si encontramos una prominencia inmediatamente por encima de la oreja, la persona es muy destructiva; si detectamos una prominencia en la parte del cráneo que corresponde a la nuca, la persona tiene gran capacidad de amar; si la prominencia se encuentra arriba de la parte baja de la nuca, la persona siente un profundo amor por sus padres”. Este es el mejor ejemplo del tipo de pensamiento analógico, que por lo demás, huelga decirlo, se apoyó en muy pocas observaciones y nunca se sometió a estudios de correlaciones. Si se hubiera hecho este estudio, nunca hubiera pasado la prueba del rigor científico y nunca se hubiera popularizado como un conocimiento verdadero.
La misma lógica analógica se sigue cuando “se lee el destino en las manos de las personas. Una línea larga en la mano significa longevidad; una línea corta, una vida breve, al tiempo que una palma arrugada, cuadrada y tosca delata una manera de ser firme, áspera y dura”. De esta manera, es decir, con el pensamiento analógico, se han creado “explicaciones” muy elaboradas y aparentemente bien fundadas para fenómenos como los platillos voladores, la astrología, la cartomancia, el tarot y muchos de los estereotipos de grupos de personas y de etnias o pueblos de distintos países (por ejemplo al decir que los argentinos todos son muy arrogantes, orgullosos y engreídos, o que todos los gallegos son tontos y todos los mexicanos unos flojos, machos y alcohólicos).
Otro caso muy significativo es el de los horóscopos, cuyo basamento partió de observaciones astronómicas hace más de mil quinientos años. En la actualidad las constelaciones ya cambiaron de posición considerablemente y sin embargo, muchas de las predicciones hechas según el signo zodiacal de las personas, se siguen haciendo según las observaciones originales, lo cual representa una notable falacia. Muchas personas organizan sus vidas cotidianas de acuerdo a este tipo de conocimiento, sin tomar en cuenta que los hechos que les acontecen durante el día, inconscientemente los van ajustando a las supuestas predicciones que leyeron o escucharon durante la mañana.
Mucho del sentido común está expresado en los dichos populares, que sintetizan conocimientos generales basados en la experiencia cultural. No obstante, es de fácil observación que a cada sentencia en un sentido, le corresponde otra en un sentido totalmente opuesto que la nulifica. Así por ejemplo, decir: “camarón que se duerme se lo lleva la corriente” tenemos otra que dice lo contrario: “no por mucho madrugar amanece más temprano” Por lo cual, sin decir que estás afirmaciones sean falsas, lo único que podemos obtener de conclusión es que se aplican según las circunstancias y no como leyes probadas dentro del rigor de la ciencia. Ejemplos pueden ser cualesquiera de los refranes, como aquel que reza: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija” cuyo contrario puede ser: “el que con lobos anda, a aullar se enseña”. Siempre será la misma conclusión, a saber: el sentido común no puede establecer leyes generales de comportamiento porque no está basado en observaciones sistemáticas y controladas, con una teoría que las arrope y que les dé significado coherente, contrario a como se pretende hacer siempre dentro de la Psicología.
Retomando las consideraciones introductorias a este trabajo, uno de los objetivos de la materia de Psicología es dotar al estudiante de los elementos que le permitan discriminar los diversos tipos de conocimiento que existen, o por lo menos los más comunes en su vida cotidiana, como lo son el saber científico, el sentido común y la charlatanería. Lo anterior con la finalidad de dotarlo de una escala de valores que le permita acceder de manera clara a la ciencia como un conocimiento seguro y verdadero, en comparación con el saber del sentido común, que si bien es cierto, es necesario para poder llevar una vida normal en la cotidianeidad, no ofrece explicaciones reales y efectivas de los fenómenos.
La ciencia no ofrece las explicaciones para todos los fenómenos de la realidad, pero es el camino más seguro para acercarse a la verdad. No es lo mismo pretender curarse de una bronquitis con las infusiones preparadas a partir de la hierba que nos recomiendan tomar en el mercado de Sonora de la ciudad de México, que asistir a una consulta con el médico y a partir de su diagnóstico, tomar los medicamentos que combatirán efectivamente la bacteria que nos causa la enfermedad. La diferencia radica tal vez en que el diagnóstico del médico está basado en su experiencia clínica y en cientos o miles de observaciones realizadas por, a su vez, cientos o miles de generaciones de médicos que las han sintetizado y sistematizado en teorías coherentes, apoyados en experimentos numerosos con los principios activos de sustancias, que tal vez también se hallaron en la naturaleza, y en particular en las hierbas y plantas que el hierbero nos recomienda en el mercado de Sonora, pero en las dosis precisas y en los tiempos correctos para atacar eficientemente al agente que nos provoca el daño a la salud. Por lo anterior no podemos desechar tajantemente al sentido común, ya que también nos dice esa sabiduría popular que nos debemos cuidar de los cambios bruscos de temperatura, descansar, tomar mucha agua, comer bien y taparnos la boca cuando tosemos. El médico nos dirá lo mismo que nos dice nuestra abuela, pero el médico conoce el agente patógeno y el sentido común no, el hierbero nos dice que preparemos la infusión en un litro de agua tomando un puño de hierba para verterla cuando esté hirviendo el líquido, sin tomar en cuenta la concentración del principio activo de la sustancia, o de qué tamaño puede ser nuestro puño, o de qué significa precisamente un “puño”. De este tipo de conocimiento popular se derivan múltiples falacias, como la de que para combatir una gripa muy fuerte, el recurso extremo para atacarla es inyectándose antibióticos, que normalmente nadie sabe cómo actúan y los riesgos que implica su uso. Los antibióticos atacan las infecciones de tipo bacteriano, pero no las de tipo viral, y su uso indiscriminado y sin razón, puede crear resistencias peligrosas en las bacterias que pueden atacar al cuerpo humano, de tal suerte que cuando en verdad se trate de una infección bacteriana, el antibiótico que la podría combatir ya no surte el efecto esperado, teniendo el médico que recurrir al uso de medicamentos más fuertes y por lo mismo más riesgosos. La automedicación es una de las prácticas más dañinas y peligrosas que se funda en el conocimiento del sentido común, ya que parte de pensamientos analógicos como los que describíamos más arriba. Si observé que a Juan le recetaron antibióticos para combatir su malestar y le resultó efectiva la cura, cuando yo me siento mal, de manera semejante a como se sentía Juan, administrándome el mismo medicamento me sentiré mejor. Tal vez esto resulte aparentemente cierto en un principio, pero el saber popular y analógico no toma en cuenta el efecto placebo, estudiado profusamente en los laboratorios farmacéuticos y en los laboratorios de Psicología. El médico, formado en una tradición científica, es el único profesional que puede determinar el uso de los medicamentos, en las dosis correctas y por los tiempos necesarios para alcanzar la salud. Aunque no podemos decir que los médicos sean infalibles, ya por descuido, ya por negligencia, ya por iatrogénica, ya por falta de preparación o actualización de este profesional, se pueden presentar problemas en el ataque a las enfermedades, pero no es porque la ciencia falle deliberadamente o por intenciones malsanas de sus constructores. Los hombres de ciencia nunca ofrecen curas milagrosas o mágicas. Saben hasta dónde han llegado los conocimientos actuales y por lo tanto hasta qué límites pueden llegar y hasta dónde ya no.
La charlatanería ofrece lo ilimitado, lo inalcanzable o irrealizable con muy poco esfuerzo. La televisión comercial está saturada de anuncios fantásticos para bajar de peso con cremas, jabones, pastillas, polvos para disolver en agua, aparatos electrónicos; cremas para aclarar la piel (como si el ser blanco de piel le confiriera al ser humano más valor social en menoscabo de la gente morena); ropa ortopédica y muchos artículos cuyo valor comercial excede en mucho el valor práctico y de efectividad de tales productos, que en realidad son poco confiables y carecen de comprobaciones científicas.
Para concluir diremos que entre la ciencia y el sentido común sólo existen diferencias de grado, sistematización y metodología haciendo al sentido común una ideología cuyo valor precientífico es muy alto, ya que mucho del conocimiento de la ciencia ha partido del saber popular. Otro aspecto digno de poner en relieve es el de la casualidad o los supuestos errores que suceden en la investigación científica. Donde el sentido común desecha los desaciertos, la ciencia los capitaliza para abrir múltiples investigaciones que han conducido a grandes descubrimientos. Como ejemplo podemos citar uno de particular importancia dentro de la Psicología y ocurrió en los laboratorios de fisiología del gran Pavlov, que se encontraba investigando los procesos digestivos utilizando perros. En aquellos lejanos años de fines del siglo XIX, el ruso se hallaba ante un dilema muy grande, ya que no podía controlar la secreción de los jugos gástricos en sus perros debido a que producían dicha respuesta fisiológica antes de que les depositara el alimento en sus hocicos. Cualquier lego hubiera desechado el método o de plano toda la investigación por no encontrar la solución a dicho problema, pero Pavlov no sólo sospechó que se trataba de algo muy interesante, sino que cambió el curso de sus investigaciones y abrió con ello todo un campo pionero de la Psicología experimental dentro del problema del aprendizaje. Como ejemplo es digno de tomarse en cuenta y se podrían citar tantos más actuales y pretéritos. Otro más es el del descubrimiento del principio activo para producir erecciones peneanas en hombres y cuyo nombre comercial (Viagra) se ha popularizado a últimas fechas. En realidad nunca se propusieron los investigadores de los laboratorios Pfizer el solucionar los problemas de las disfunciones eréctiles que presentan muchos hombres en la actualidad. Ellos estaban investigando sobre un medicamento que solucionara problemas circulatorios en personas con afecciones cardiacas, cuando los sujetos de prueba les comenzaron a reportar que experimentaban erecciones peneanas cada vez que les era administrado el medicamento. Entonces cambiaron toda la investigación y la dirigieron a tratar de solucionar ese problema de salud sexual muy extendido en la actualidad. Los errores de control, de metodología, de técnica o de otra naturaleza, la ciencia los capitaliza positivamente y no desecha ningún conocimiento, contrario a lo que hace el sentido común. No obstante, la charlatanería campea en nuestro medio y no tiene nada que ver con el conocimiento científico y se debe estar al pendiente de sus cantos de sirena que únicamente nos comprometen en situaciones embarazosas, peligrosas y representan un engaño perpetrado por personas sin escrúpulos.